Una mirada popular y soberana sobre la producción y el campo argentino. Un abordaje de las problemáticas agrarias desde la perspectiva de los intereses de los pequeños y medianos productores, los trabajadores rurales, los pueblos originarios y los pueblos del interior. 

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Des ganado

Escrito por  Lucas Paulinovich
Des ganado

Recorrer el derrotero de la producción bovina en nuestro país es realizar una radiografía del fracaso. Una combinación de malas políticas públicas, avance de negocios más rentables como la soja y la aparición de nuevos jugadores como Brasil son los condimentos de este historia que va de la vaca atada de antaño a la vaca ahorcada del fin del país ganadero.

“La Oncca fue creada en 1996 para promover la transparencia en el comercio agropecuario. Las nuevas funciones que se le adscribieron a partir de 2006 (otorgamiento de cuotas y licencias de exportación y manejo de subsidios millonarios) fueron ejercidas de manera arbitraria: las decisiones sobre aprobación o no de ROEs o subsidios dependían de decisiones personales con criterios no explicitados. El desprestigio alcanzó su punto máximo en 2009, cuando se descubrieron numerosas irregularidades en el otorgamiento de subsidios que involucraron al ahora titular de la AFIP Ricardo Echegaray, que estuvo al frente de la Oncca en 2008”, de esa forma explican una de las dimensiones del retroceso de la Argentina como productor de carnes Silvana Melitsko, Andrés Domínguez y José Anchorena en su trabajo “Historia de un fracaso: política de carne bovina, 2005- 2013”.

 

El motivo no es excluyente, pero el manejo de la Oncca, disuelta sorpresivamente por decreto en 2011, sintetiza el desconcierto en el que se hundió al sector. A partir de 2006 el gobierno nacional decidió intervenir activamente en la producción, esa actividad del Estado tuvo sus consecuencias (y sus ganadores): en 2005 la Argentina exportaba 771 mil toneladas de carne, al año siguiente, la cifra había caído a 565 mil toneladas. El proceso de caída de exportaciones continuó hasta llegar a 204 mil toneladas en 2013. Argentina, referente histórico en el mercado internacional de carne bovina, cedió su cuarto lugar como exportador mundial y cayó al puesto número once, superado por vecinos como Paraguay o Uruguay. “En cuanto a las exportaciones argentinas, como se observa en el
cuadro 2.1, en el año 2005 alcanzaron el récord en volumen exportado en los últimos años; mientras que el mayor valor exportado se registró en el 2009 y las cantidades se ubican detrás del pico de 2005. Durante 2010, se observa una notable retracción de las cantidades exportadas -de más de 50% como se mencionó anteriormente- a causa de la disminución de animales para faena y 25 de las restricciones a las ventas al mercado externo. En tanto, los valores exportados disminuyeron menos que las cantidades -28,2%- debido al aumento de los precios internacionales.”, dice el informe sobre la evolución de la ganadería bovina, lanzado en 2011 por el Ministerio de Gobierno de Santa Fe.

Crónica de una derrota

Esa retracción implico el incumplimiento sistemático de las cuotas Hilton y de cortes kosher, el cierre de los establecimientos frigoríficos preparados para el abastecimiento externo y la reproducción del aumento de precios en el mercado interno: “desde el 2006 el Gobierno Nacional aplicó una serie de restricciones comerciales para aplastar el precio de la carne: en 2005 la carne era el grupo que más peso tenía en el Índice de Precio al Consumidor (IPC). Es decir: para achatar la inflación, se perjudicó al productor: se establecieron cupos de exportación y las retenciones escalaron del 5% al 25%. En 2006 hubo veda de exportación en varias categorías. Las cargas de costos fueron trasladados –obviamente- a los pequeños y medianos productores. Las empresas compraban barato y vendían la cuota Hilton a precios muy altos. Suspendidas las ventas, los costos se reubican en el mercado interno”, (https://brujulacomunicacion.com/index.php/noticias/notas/item/459-la-otra-vaca-muerta-quepasa-con-la-carne).

“En 2009 y 2010, el stock ganadero exhibe una notable disminución. Finalmente, hacia mediados de la década del noventa, las existencias de ganado decrecen nuevamente hasta el año 2002, y se recuperan entre 2003 y 2008 presentando un valor promedio ligeramente superior al de la primera mitad de los años noventa. En 2009 y 2010, el stock ganadero exhibe una notable disminución”, explica el informe provincial.

En todo ese proceso la capacidad productiva de la Argentina disminuyó considerablemente: el avance de la producción sojera no solo corrió la frontera de la agricultura, desplazando la ganadería fuera de sus zonas tradicionales, obligando a muchos productores a vender sus vacas y abandonar la producción, sino que devastó el rodeo nacional, profundizando la situación de vulnerabilidad: “en el primer bimestre de 2013 la faena bovina ascendió a 2,16 millones de cabezas, es decir, un 17,1% por encima de la registrada en el mismo periodo del 2012. Del total de la faena, a principios de 2013 se mataron un 3,2% más de madres que el año anterior: la participación de las hembras ocupó un 42,5% del total, contra el 39,3% que ocupó un año antes. Según la ONCAA, en 2004 se faenaron 14.331.980 de cabezas. La cifra se mantuvo más o menos estable los años subsiguientes. Pero en 2009, la faena había trepado hasta los 16.053.031. La diferencia fueron los vientres liquidados en busca de la rentabilidad perdida por la baja de precios. Al 2011, la faena se derrumbó debajo de los 11 millones de cabezas. En 2012 la cifra escaló a 11,5 millones de cabezas. Las madres siguen muriendo: el 40,8% del total fueron hembras, una cifra que se incrementó en tres puntos respecto del año anterior.”

Las ganancias de ese proceso de liquidación quedaron concentradas en las pocas firmas que manejan las instancias intermediarias, después de la producción, y antes de llegar a la góndola para el consumo, los dos extremos que fueron víctimas de todo el proceso. El resultado es aleccionador: según el Senasa, hay alrededor de 250 mil productores, pero 2.200 concentran el 55% del rodeo; de 506 plantas activas en 2006, en agosto de 2011 quedaban sólo 386.

El final del país ganadero

El privilegio de la soja impuso una nueva geografía productiva y actuó sobre el modo de producción de la carne bovina: “En el período 2003-08, el nivel de existencias promedio de ganado bovino fue de 54,7 millones de cabezas, cercano a los 54,5 millones promedio de 1978-87. Es decir que, el stock ganadero promedio de los últimos años, se ubica en niveles similares a los de la etapa en que comenzó su disminución. Sin embargo, a partir del año 2003 a pesar de la expansión agrícola el nivel de existencias ganaderas tendió a recuperarse de la caída del período 1998-2002. De acuerdo a INTA (2007), el aumento del stock ganadero en un contexto de crecimiento de la superficie cultivada, fue posible debido, además del desplazamiento a zonas extra-pampeanas, a la utilización
de técnicas de producción que intensificaron la actividad ganadera y permitieron incrementar la productividad. A fines de los años noventa, los feedlot o engorde a corral, máximo exponente de la intensificación ganadera, dedicados al engorde de animales de recría y/o a la terminación -es decir, a la incorporación de los últimos kilos para alcanzar la condición de faena-, cobraron mayor importancia ante la necesidad de reasignar las tierras más fértiles para la agricultura”, sintetiza el
informe provincial.

La producción de carne quedó en un lugar secundario dentro del esquema productivo nacional, circunscripto a la centralidad del complejo sojero. La Argentina ganadera se transformó en la gran pampa sojera: “desde fines de 2009, los precios de la carne en el mercado local a valores constantes se elevaron hasta alcanzar los niveles más altos de los últimos treinta años. A su vez, la faena se encuentra en el menor valor de las últimas tres décadas. Es decir que, el incremento en los precios se explica principalmente por la escasez de oferta de animales para faena. Además, la disminución del porcentaje de hembras faenadas a partir de mediados de 2010 estaría indicando el comienzo de una fase de retención del ciclo ganadero”, explica el informe.

El paisaje ganadero de la Argentina se pinta con ese rodeo nacional debilitado: las primeras rondas de análisis de preñez dieron una caída entre el 5 y 10 por cierto de los índices, producto de las condiciones climáticas que afectaron la calidad de los forrajes y provocaron un déficit nutricional en los animales, por lo que la reposición del stock nacional se supone de largo alcance: con reglas de juego estables y una tasa de producción de terneros positiva, según Ignacio Iriarte, analista del sector, los niveles de 2007 serán alcanzados recién en una década.

Los únicos privilegiados serán los garotos

La nueva situación internacional tuvo sus consecuencias en el plano interno de la producción argentina, que acompañada por las políticas públicas tendientes a favorecer a los sectores intermediarios, provocó la aparición de un nuevo acto de peso en la cadena de la carne: los capitales brasileros. “Por el lado de la demanda, se observa un aumento del consumo de productos cárnicos en algunos países en desarrollo. Del lado de la oferta, los principales cambios son: caída de la producción de la Unión Europea desde principios de los años 90, disminución de sus exportaciones e incremento de las importaciones; estancamiento de la producción en Australia y Nueva Zelanda; incremento de la demanda en Estados Unidos y disminución de las exportaciones luego de la aparición de la enfermedad de la ‘vaca loca’; disminución de la producción en los países de la ex URSS; y por último, crecimiento de la producción y exportaciones de Brasil , que pasó a ser el principal exportador”, dice el informe sobre la evolución del sector presentado por el Ministerio de Gobierno de Santa Fe.

Esa cesión del lugar histórico que la Argentina ocupó como productor y exportador de carnes coincidió con el avance de los capitales brasileños en el mercado local. A partir de 2005 el gobierno brasileño decidió ganar parte del mercado internacional de carnes y, aprovechando la calidad de las carnes argentinas y la presencia ya consolidada a nivel internacional, se impulsó la llegada de capitales al sector de los frigoríficos: “de tal forma, las firmas brasileñas desembarcaron de manera agresiva pasando, prontamente, a ocupar el primer lugar dentro del eslabón fundamental de la cadena del sector. Esa posición dominante les permitió ser un actor determinante en los precios de la carne en el mercado interno, y absorbieron hasta los últimos beneficios del crecimiento en la producción hasta 2009, tiempo de recor que, sin embargo, dejo ver la liquidación de cabezas en la estrepitosa caída en el rodeo nacional (del 2007 al 2010 se perdieron cerca de diez millones de cabezas) y, al mismo tiempo, al incumplimiento sistemático de los compromisos de exportación.” (https://brujulacomunicacion.com/index.php/informes/item/538-las-carnes-y-las-penas-son-denosotros-las-ganancias-brasileras).

Cada uno con lo suyo

Los últimos movimientos entre capitales brasileros, como la posible llegada de la firma Minerva Foods asumiendo los negocios de Quickfood en su planta de San Jorge, donde cuenta con una faena de 600 cabezas de ganado diarias, es una señal del reacomodamiento de los activos brasileros de cara al 2015, con las promesas de cambios políticos de por medio.

Se trata de una reorganización de los capitales inversores que se especializan en diferentes áreas de la producción y, al mismo tiempo, mantienen su hegemonía en el sector a la espera de vientos más favorables: Brasil Foods (BRF), la firma que le cederá Quickfood a Minerva, antes la había recibido de Marfrig, otra de las empresas que se asentaron en la Argentina y que, producto del sucesivo deterioro del mercado internacional y de la liquidación del stock ganadero, fue cerrando sus establecimientos y suspendiendo la actividad de sus empleados.

Marfrig, por su parte, había sido adquirida por el gigante brasileño JBS-Friboi: “el nuevo esquema de negocios, obviamente, llevó a las célebres reestructuraciones, y así comenzaron a cerrar diversas plantas en todo el país y miles de trabajadores quedaron en la calle sin mayores inquietudes. Este proceso de achicamiento fue acompañado de una sistemática concentración en la industria frigorífica brasileña: JBS compró el año pasado a Marfrig, incluyendo sus bienes en la Argentina,
conformando una colosal estructura de 80 mil trabajadores, siendo la más grande del mundo en el sector (el grupo JBS-Friboi es un gigante con negocios extendidos por todo el continente, incluyendo el negocio financiero con los bancos JBS y J&F).

De las ocho plantas que este coloso regional llegó a contar en la Argentina, solo quedan operando una, en Villa Gobernador Gálvez, donde concentró todas las actividades; Marfrig también comenzó a cerrar sus plantas, proceso de desinversión que comenzó en 2012, cuando se desprendió de la marca Paty”(https://brujulacomunicacion.com/index.php/informes/item/538-las-carnes-y-las-penas-son-denosotros-las-ganancias-brasileras). Ahora esperan, con la mayoría de sus establecimientos realizando tareas de mantenimiento, las nuevas orientaciones políticas, sin abandonar sus inversiones y expectantes de recuperar el siempre promisorio mercado argentino: la demanda creciente del Asia del Pacífico (con China a la cabeza) que comienza a consumir carnes en un contexto de escasez mundial de carnes rojas (para 2020 se calcula que acumulará el 56% de la demanda global) es un estímulo a futuro: “en el mundo hay escasez de carnes rojas como resultado de que los grandes exportadores están en el límite de su producción de animales con tendencia a decrecer, principalmente EEUU y Brasil. Y por otro lado a esta situación se suma que Argentina pasó el momento de escasez extrema de carnes por la faltante de 10 millones de cabezas. La recuperación sigue siendo lenta en nuestro país, aproximadamente se incorporaron un millón y medio más de cabezas de terneros en el último año y medio”, dice Ignacio Iriarte, analista del sector ganadero.

Si nos organizamos, ganamos todos…

BRF es una de las diez mayores alimentarias del mundo, resultado de la fusión de otras dos empresas brasileñas, Sadia y Perdigao. Su especialización está en pavos, pollos y cerdos. Estos dos últimos sectores son su objetivo en la Argentina, especialmente el avícola, uno de los sectores que, de la mano de los subsidios oficiales, más creció (y se concentró): BRF en 2011 compró la firma Avex, ubicada cerca de Río Cuarto. A partir de entonces, obligada por la autoridad antimonopólica brasileña (Cade) debió desprenderse de alguno de sus activos: varios le cedió a Marfrig, de la que recibió el paquete de negocios de Quickfoods, que incluye las marcas Paty y Barny. Con la empresa en sus manos, BRF la negocia con Minerva, con quien ya en noviembre de 2013 había sellado un acuerdo mediante el cual ésta última se hacía cargo de la operatoria de la hacienda bovina: de esa manera, Minerva contaba con una capacidad de más de tres millones de cabezas al año.

Con el establecimiento de Minerva en la Argentina, se completa una nueva instancia del desembarco regional: ya había comprado Friasa y Frigomerc en Paraguay, y en Uruguay, había llegado al frigorífico Pul. El 2015 es una promesa para los capitales: la posibilidad de un repunte en el mercado de carnes con el recambio políticos impone la necesidad de reacomodarse; y así, organizados, que la hegemonía no corra riesgos.

Ediciones de SURsuelo