Una mirada popular y soberana sobre la producción y el campo argentino. Un abordaje de las problemáticas agrarias desde la perspectiva de los intereses de los pequeños y medianos productores, los trabajadores rurales, los pueblos originarios y los pueblos del interior. 

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El gallo, la gallina y la maquina de hacer pollitos

Escrito por  Mariana Echaguibel
El gallo, la gallina y la maquina de hacer pollitos

La soja no fue la única estrella de la “década ganada”. A partir del retroceso que sufrió la producción ganadera en nuestro país, el gobierno nacional trazó un plan para ayudar a desarrollar la avícola, que durante esta década logró un explosivo crecimiento. ¿quién ganó con este proceso?

Desde hace ya varios años el sector avícola pasó de ser un importador neto de pollos desde Brasil para convertirse no sólo en un país productor y consumidor, sino que además uno de los principales exportadores a nivel mundial.

 

Según un estudio realizado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, la producción de carne aviar, estimada a partir de la faena en establecimientos con habilitación de Senasa, se incrementó casi un 1% respecto al 2012, totalizando 1.921 mil toneladas. Por su parte, las exportaciones alcanzaron las 366 mil tn, por un valor aproximado de 643 millones de dólares. El acrecentamiento, en comparación con el 2012, fue de un 9% en volumen y de un 26% en valor. Estas exportaciones se distribuyeron principalmente entre los siguientes países: 41% a Venezuela, 9% a Chile, 8% Sudáfrica, 6% China, 5% Hong Kong y 0.4% a Alemania. Por otra parte, el consumo de carne aviar registró en 2013 una disminución de 1.7% en relación con el 2012, alcanzando el consumo per cápita los 39.5 kilos.
El crecimiento que puede observarse en dicha producción data de años anteriores, precisamente desde la “década ganada”. En el 2003, se produjeron 760.000 toneladas de carne aviar, el consumo per cápita era de 20 kg, y las exportaciones alcanzaron un monto de 42 millones de dólares.

A partir de un plan que se selló entre el por entonces presidente de la Nación, Néstor Kirchner, y el presidente de la Cámara de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), Roberto Domenech, la producción avícola no tuvo techo. El crecimiento del plan 2003-2010 fue del 120% aproximadamente según Domenech. De 760.000 toneladas producidas se llegó a 1.595.000; de 20 kg per cápita, se consumió 38,5 kg y las exportaciones crecieron un 37% anual: de 42 millones se llegó a 445 millones y de 28 destinos se incrementó a 60, en 2010.  

Según declaraciones de la actual ministra de Industria Débora Giorgi, en el XXII Congreso de CEPA en el 2011, “el país ha podido poner en pie un sector que parecía condenado a ocupar un lugar menor en el mercado nacional”. En este sentido, Giorgi señaló además que las metas establecidas por todos los actores de la cadena en el marco del Plan Estratégico, prevé que la producción del sector aumente en más de un 50% para el 2020, incrementando entonces cuatro veces las exportaciones, llegando a 3 millones de toneladas producidas y logrando un consumo per cápita de 50 kg anuales.

Mientras el Plan Estratégico Agroalimentario se profundiza, el sector avícola trazó por su parte un plan 2011-2017. “Las metas para esta nueva etapa de 7 años estiman  una tasa de crecimiento anual en pollos de 6% y en huevos de 4%. Aspiramos a llegar al final de este período con una producción anual de 2.500.000 toneladas de carne de pollo y 12.500 millones de huevos comerciales. Para esto el sector invertirá en este período unos 600 millones de dólares para el desarrollo de nuevas granjas (800 galpones por año), incubadoras, fábrica de alimentos, frigoríficos de faena y establecimientos para el tratamiento de efluentes”, detalló Roberto Domenech, presidente de CEPA.

Patas, muslos y subsidios

Según el portal Argentina.ar, el 8 de septiembre de 2011, cada tonelada de granos de maíz y soja que exportaba el país representaba un ingreso de 622 dólares. En el sector avícola esa misma tonelada transformada en pollo trozado permitió generar divisas por 2.300 dólares y 2.900 dólares si se exportaba como pollo trozado cocinado. Esto dio como resultado que la industrialización avícola aumentara entre 270 y 370% el ingreso de divisas de una tonelada de granos exportada como commoditie.

Tras analizar exuberantes números, en dicho discurso de 2011, Giorgi detalló que todo lo logrado y lo que se busca lograr fue posible gracias a los créditos otorgados por el gobierno al 9,9% de tasa fija anual por 377,5 millones de pesos a 12 proyectos avícolas. Vale la pena sumar, también, que en el marco del Bicentenario, dicho Ministerio de Industria aprobó proyectos por 308 millones de pesos, y el Banco Nación, a través del Ministerio de Agricultura, bonificó tasas para créditos de hasta 1.200.000 de pesos para la construcción de galpones para crianza.

Todos esos millones de pesos fueron destinados a un solo lugar: al puñado de 38 firmas nucleadas en CEPA. A lo recién mencionado es necesario sumarle que durante  2007-2010 los frigoríficos avícolas fueron los más beneficiados por el viejo sistema de compensaciones. Dichas empresas polleras recibieron en subsidios nada menos que 2.100.000 de pesos por parte de la  ya disuelta ONCCA (Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario).

“El subsidio le llega a la industria frigorífica por kilo de pollo faenado. Ese subsidio es para que la industria siga creciendo, para que logre un pollo con más contenido hormonal y antibióticos, porque realmente se está logrando un pollo de más de dos kilos en 52 días y eso es en base a un forzamiento de hormonas y, por supuesto, antibióticos para que no entren las pestes en los gallineros. Esto ocurre para lograr una cantidad de kilos de pollo suficiente para exportar y suplir la faltante de carne vacuna. No hay que olvidar que allá por el 2006 estábamos en 78 kilos de carne vacuna por habitante por año, bajamos hasta 50 y hoy estamos en 56 kilos. Esa carne ha sido remplazada fundamentalmente por carne de pollo”, afirmaba a SURsuelo el 15 de enero de 2013, Juan Echeverría, productor agropecuario de la zona de Hernandarias, provincia de Entre Ríos.

La CEPA, principal beneficiaria de este gobierno nacional, desde hace ya varios años está dirigida por Roberto Domenech. Ésta agrupa alrededor de 38 firmas que no sólo se encargan de la comercialización de la producción, sino que además son actores fundamentales de la misma. Entre ellas se encuentran algunas nacionales y otras con origen extranjero, como ser Avex, Cresta Roja, Las Camelias, Argex SA, Tres Arroyos, entre otras.
“Ya conseguimos que la avicultura estuviera en la cabeza de todos los funcionarios, ahora necesitamos que esté en sus negociaciones”. “A los funcionarios le resulta muy difícil acompañar a un sector que no tiene proyecto”. Estos dichos son algunas de las intervenciones que no definen, pero sí marcan un perfil de dirigente, una política clara y direccionada a evitar cualquier tipo de enfrentamiento con el gobierno nacional a costa del crecimiento mayúsculo que ha tenido una de las producciones más concentradas en el sector agropecuario.

A río revuelto, ganancia de CEPA

Desde hace ya varios años se implementa en la producción aviar el sistema integrado. Éste consiste básicamente en que el productor (el que a diario trabaja y/o vive en el campo) provee las instalaciones necesarias para criar el pollo (galpón, servicios varios), el cuidado y el trabajo diario (darle de comer, cuidarlo del frío, etc.). De esta manera, las empresas se garantizan el pollo recién nacido ya que luego del proceso de crianza, el productor le entrega a la empresa el pollo terminado.

En este sentido, Sergio Pawlowski, criador de pollo de la zona de Maciel, provincia de Santa Fe, le explicaba a SURsuelo en el 2011 en qué consiste el tan nombrado sistema integrado: “La crianza varía entre los 48 y 53 días más o menos y ahí se terminó el ciclo. La misma empresa tiene todo el circuito: produce el bebé, nosotros lo criamos y ellos lo venden a las carnicerías. La empresa se encarga de todo: comida, remedios, el pollo bebé, y el gas. El único gasto que tienen los productores es la luz y tener el galpón en condiciones”.  

Y la propia CEPA lo afirma en su página web: “con una producción cercana a 2.000.000 de toneladas anuales, los procesadores argentinos, organizados bajo el sistema de integración vertical, método que permite una perfecta trazabilidad del producto, están agrupados en el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas, la cual se encarga, entre otras cosas, de la difusión, información, seguimiento y contacto de los pollos argentinos y sus derivados en el país y el mundo”.

En esta dirección, Echeverría analizaba para este informe que el sector avícola siguió el proceso de hiperconcentración que en todo el sector agropecuario ocurre. Actualmente la producción aviar es una relación feudal, ya que el productor ni siquiera es un asalariado, sino que por el contrario, a las condiciones de trabajo las fija el integrador. Todo depende de alrededor de siete empresas faenadoras que son las que a través de la integración concentran prácticamente el 90% de la producción avícola de la Argentina. Por lo tanto, el proceso de concentración de la mano de subsidios que teóricamente son para los productores pero que llegan a través de las industrias frigoríficas que se quedan con el mismo, ha hecho que la concentración sea inmensamente grande y cada vez mayor.

Así el productor, que es la base de la pirámide, cobra $2,35 por pollo logrado, cuando el subsidio está muy por encima de eso.
Los números son elocuentes. La producción, el consumo y la exportación de la carne aviar ha crecido a pasos gigantescos y ha sido una de las producciones más beneficiadas por el gobierno nacional, en esta “década ganada”. Una década ganada para un grupo de 38 firmas que concentra el sistema productivo del pollo. Las perspectivas para los años venideros en la avicultura son espectaculares, pero para muy pocos.

“El integrador va a seguir cobrando $2,35 que apenas le va a permitir para recibir un sueldo y no para ser un productor independiente que pueda pensar en desarrollarse e invertir. El gobierno sigue planteando un modelo que fomenta la concentración avícola, sector que se integra piramidalmente y el auténtico productor desaparece y queda como empleado del integrador”, concluye Echeverría.

En dirección al Plan Estratégico Agroalimentario, la política agropecuaria aplicada por el gobierno nacional aspira en lo que a producción avícola se refiere a aumentar cuatro veces más las exportaciones, llegar a 3 millones de toneladas producidas y lograr un consumo per cápita de 50 kg anuales de pollo. Y es en esta misma dirección que no afirma ni con quién ni con cuántos lo hará. Estos diez años del boom del pollo hablan por sí solos: se hará con 38 firmas en detrimento de los pequeños y medianos productores de pollo, para convertirse en sus empleados, en sus servidores.

Ediciones de SURsuelo