Una mirada popular y soberana sobre la producción y el campo argentino. Un abordaje de las problemáticas agrarias desde la perspectiva de los intereses de los pequeños y medianos productores, los trabajadores rurales, los pueblos originarios y los pueblos del interior. 

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Ajustando el cinturón (horticola)

Escrito por  Fabián Chiaramello
Ajustando el cinturón (horticola)

La actividad de los huerteros se encuentra en un momento particular. Son cada vez más los pequeños productores que se ven arrastrados a pasar a otros cultivos más rentables o a abandonar la tierra. La competencia es desigual frente a los productores que poseen grandes extensiones y que aplican un combo tecnológico al que no acceden los huerteros. Los pequeños desaparecen, la producción se concentra y los productos no paran de aumentar en las góndolas.

 

Según el informe “La producción de hortalizas en Argentina. Gerencia de Calidad y Tecnología”, publicado por la Secretaria de Comercio Interior en 2012 se estima que la producción anual de hortalizas es de alrededor de 8 a 10 millones de toneladas, ocupando una superficie de 450 a 500 mil hectáreas (incluyendo a las legumbres). El censo agropecuario del año 2002 indica que la superficie ocupada por hortalizas era de 238 mil hectáreas y si se suman las legumbres secas (poroto, arveja, lenteja y garbanzo), el total era de 400 mil hectáreas.

Según el informe la producción creció o al menos se mantuvo hasta 2011. El mercado interno consume la mayor parte (92 a 93 por ciento), mientras que un 7 u 8 se exporta. En el bienio 2009/2010 el volumen exportado de hortalizas frescas y legumbres fue 774 mil toneladas y en el año 2011 se llegó a 831 mil toneladas. Estos valores son superiores a las 550 mil toneladas en promedio registradas en los primeros años del 2000. En cuanto al valor monetario de las exportaciones de este sector fue 420 millones de dólares en 2009 y aumentó a 624 millones en 2010 y a 715 millones en 2011. El 98 por ciento de las exportaciones comprendió pocas especies, tales como cebolla, ajo, poroto, papa, arveja, garbanzo y zapallo.

El “cinturón verde” es el territorio ocupado por quintas o huertas familiares y comerciales que rodea a las ciudades y donde se producen hortalizas para abastecer a la población urbana. En general, se trata de explotaciones pequeñas o medianas (1 a 40 hectáreas). Los cinturones hortícolas más importantes son los del área metropolitana de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Mendoza y Tucumán.

Los números del informe de la Secretaria de Comercio son generales y, por lo tanto, positivos para los cultivos extensivos. Sin embargo no es el reflejo de las producciones en pequeña escala: se dan casos de “cinturones verdes” en los que se encuentra una reducción de la producción y de los productores, como así también de las tierras cultivadas. Dos ejemplos en dos áreas de las más importantes: Córdoba y Rosario.

En Córdoba, según el Censo Nacional Agropecuario de 1985, había 770 productores y unas 17 mil hectáreas bajo riego. En la actualidad, según datos de la Dirección de Ferias y Mercados del municipio de Córdoba, sólo quedan 206 productores (una reducción del 73 por ciento en casi 30 años). Y la cantidad de hectáreas descendió a 5.500.  

Según un artículo publicado en el diario La Voz ya no se exporta papa ni frutas (Córdoba era la segunda productora de papa del país), y hay épocas en las que se compra en Mendoza y La Plata más de la mitad de lo que consume la ciudad. “Traer un cajón tiene de flete entre 20 y 25 pesos, lo que significa que el consumidor paga, en promedio, tres pesos más por kilo”, describe la nota publicada los primeros días de mayo.

Según la nota, las causas son un menor consumo, la grave falta de agua, las nuevas generaciones que no trabajan las huertas “por desaliento de sus padres o por baja rentabilidad”. También destaca el incremento de la mano de obra de bolivianos. Pero principalmente, como describe, “el que tenía dos o tres unidades las unió y hace soja, ganadería o apicultura”. “Otros quedaron atrapados por la trama urbana o industrial y ya no pueden producir en las mismas condiciones que antes, y está el que loteó –incluso sin autorización municipal– y le sacó buena plata a la tierra”, puntualiza.

El informe de la  Secretaria de Comercio describe para Córdoba dos tipos de sistemas de producción. El primero tiene como base al cultivo de papa, asociado con zanahoria, maíz dulce y otras hortalizas menores, en establecimientos con carácter empresarial, poco diversificados y con alta tecnología en superficies que superan las 20 hectáreas. El segundo sistema comprende a los establecimientos de tipo familiar, generalmente diversificados (no incluyen la papa en su producción) y tienen menos de 20 hectáreas cultivadas.
 
En uno de las principales producciones de Santa Fe se da algo parecido. Se trata del cinturón hortícola de Rosario. Según el censo realizado por el INTA en 2012, se repite la situación de Córdoba.  El área relevada correspondió a los departamentos Rosario, Constitución, San Lorenzo y un productor del departamento San Jerónimo. El censo se realizó a todos aquellos productores que incluían la producción de hortalizas en su sistema productivo.  

El principal resultado arroja que la cantidad de productores descendió a 176 en comparación con los censos de 1994 en los que se relevó a 276, en 2001 a 213 y en 2008 a 183 huerteros. En la actualidad existen un 36 por ciento menos de productores que hace 18 años, un 17 menos que hace 11 años y un 4 menos que en el último censo.

La superficie destinada a hortalizas fue de 2.485 hectáreas. Comparado con el Censo 2008 en el que se registraron 3.060 hectáreas para la horticultura., la caída representa un 18,8 por ciento.

Las especies que disminuyeron significativamente su superficie de cultivo fueron: espárrago (67 por ciento), tomate de campo (66),  papa (50) y lechuga (18). Otras especies aumentaron su superficie de cultivo, tales como rúcula (41) y el berro (133). El informe también destaca el aumento de la mano de obra procedente de Bolivia que pasó de un 18 por ciento a un 43.

En el informe “¿Qué culpa tiene el tomate?” publicado en octubre de 2013 en SURsuelo, Omar Soresi, quintero del Gran Rosario, contaba su experiencia: “En media hectárea de tomate perdí hace dos años 27 mil pesos. No pude competir con lo que venía de Salta y otros lados y tuve que hacer acelga y otros cultivos para poder recuperar la plata”.

Soresi aseguró que los costos, en su mayoría son en dólares, hacen de la actividad un rubro cada vez menos rentable, y que habría que rastrear allí la desaparición paulatina de productores hortícolas.

Menos productores

El sector viene perdiendo actores. Problemas como la oferta y demanda de productos, la falta de continuidad entre generaciones de quinteros (al no generar interés en los jóvenes que no lo ven como una salida rentable ni un proyecto de vida), y las crisis recurrentes del sector (por problemas económicos y climáticos -pedradas, inundaciones-) inclinan la balanza hacia otras actividades, más rentables y con menos complicaciones..

El artículo de SURsuelo concluía con una comparación con los datos presentados por Eduardo Scaglia del INTA en 1985 y la cifra actual de productores que representa una disminución de aproximadamente un 50 por ciento en los que trabajaban menos de 5 hectáreas, no observando cambios entre los que trabajan entre 6 y 10 hectáreas y una disminución de poco más del 30 % entre los que trabajan de 11 a 20. Sin embargo, se registró un aumento de casi un 80 por ciento entre los productores que trabajan entre 21 y 50 hectáreas y una disminución de poco más del 60 en los productores que trabajan más de 50. Han desaparecido principalmente los productores más pequeños por no poder enfrentar la cadena de costos, se ha concentrado la tierra en productores más grandes y durante el último año, una importante superficie hortícola, principalmente en el caso de los lotes con mayores dimensiones fue destinada a la siembra de soja.

Según el informe de la Secretaría de Comercio la problemática en la mayoría de los Cinturones Hortícolas se puede sintetizar considerando los siguientes aspectos: “Incremento del precio de la tierra por ampliación del área urbana hacia las zonas de producción; Escasa disponibilidad de mano de obra capacitada y bajo conocimiento sobre prevención de  accidentes de trabajo y falta de toma de conciencia de la importancia de mejorar la calidad de vida del trabajador hortícola; Riesgo de presencia de contaminantes de origen microbiológico y químico (plaguicidas, metales pesados) en las napas freáticas y en los productos cosechados; Escaso conocimiento y voluntad de gestión empresarial por parte de los productores hortícolas; Degradación de suelos por mala calidad del agua de riego y/o manejo; Alta incidencia de enfermedades y plagas; Inviabilidad de mecanización por problemas de baja escala y de financiamiento; Problemas en la  comercialización y precios de la producción bajos y muy variables; Alto grado de individualismo en la producción y comercialización; Escasos recursos financieros y desconocimiento de costos”.

Algunos cultivos extensivos o semiextensivos son considerados hortícolas como los de  papa, tomate, poroto, arveja, lenteja, garbanzo y mandioca. Lo que caracteriza estos cultivos es la posibilidad de mecanizar en forma parcial o completa todas las etapas de la producción.  En general, se trata de superficies medianas o grandes que van de 20 a 300 hectáreas o más. Muchas de éstas también fueron destinadas para soja.
Estos cultivos son los que menos problemas presentan para mantenerse y los que aún concentran la mayor parte de la producción. Para el años 2008, grafica el informe, la papa acaparaba el 27 por ciento de la producción, seguido por el tomate (15) y la cebolla (9). Estos productos se generan principalmente en grandes extensiones y algunos, como el tomate, son destinados a la industria.

Sin embargo la desaparición de productores no impide que se aumente o se mantenga la producción a nivel general gracias a las innovaciones tecnológicas (uso de variedades mejoradas e incorporación de híbridos, incremento del empleo de fertilizantes, mejoramiento en la tecnología de riego) que permiten que los cultivos extensivos rindan más, generando productos de menor calidad, pero más rentables. Estos son los que se consumen principalmente en los grandes mercados.

Otro dato a tener en cuenta es el crecimiento de la población. Los resultados del censo de 2001 dispararon que la cantidad de habitantes era de 36.260.130. Para 2010, según el censo realizado en ese año, ascendió a 40.117.096 (un 10 por ciento más, con una tasa de crecimiento anual del 11,4).

Según datos de la Primera y Segunda Encuesta Nacional de Factores de Riesgos, realizadas por el Ministerio de Salud, en 2005 y 2009 respectivamente, solamente el 37.6 por ciento de la población ingiere verduras todos los días. La cifra es menor a la hallada en 2005 (40 por ciento); mientras que el consumo de frutas se mantuvo prácticamente estable: 36.3 en 2005 y 35.7 por ciento en 2009.

Teniendo en cuenta los datos de crecimiento poblacional y por lo tanto, de un mayor consumo, el descenso y/o mantenimiento de algunos niveles de producción demuestran la particularidad del sector hortícola del país. Si se consideran los números del informe oficial de la Secretaria de Comercio con algunos ejemplos de cinturones hortícolas puede verse como la cantidad de pequeños productores se reduce, son expulsados, y la producción se concentra en los de mayores extensiones y más de tipo industrial.

La actividad se encuentra en un momento histórico en el que el mundo produce y consume una mayor cantidad de productos de las huertas. Esto se debe a diferentes factores: crecimiento demográfico, cambios culturales, cambios económicos, entre otros. Sin embargo, los pequeños huerteros son los que más complicaciones tienen para desarrollarse en el país, por eso, son los primeros en desaparecer o cambiar a otras actividades más rentables como la soja. A su vez, el valor de los productos es cada vez más elevado en el mercado y la demanda se contrae cada día más.

Ediciones de SURsuelo