Jueves, 20 Febrero 2014 09:52

Las carnes (y las penas) son de nosotros, las ganancias brasileras

Escrito por  Lucas Paulinovich
Las carnes (y las penas) son de nosotros, las ganancias brasileras

El gobierno nacional intenta acordar con los frigoríficos la retracción de los precios de la carne, que en el último tiempo tuvo una escalada incontenible luego del remanso del 2011. Mientras tanto, en Hughes, Magfrig amenaza con cerrar su planta y dejar a 500 trabajadores en la calle, tal como lo vienen haciendo en otras partes del país. La crisis del sector es el resultado de la aplicación sistemática de políticas distorsivas y de la falta de un planteamiento estratégico en el sector ganadero, y con ello, de la huida de los capitales brasileños que supieran instalarse en la industria de la carne y ser uno de los principales beneficiarios en tiempos más venturosos.


O capital

Mientras los efectos de la crisis ralentizaban la economía argentina, Brasil encontraba la oportunidad perfecta de acceder al mercado europeo con sus carnes, dentro del plan de desarrollo ganadero con el que pretendía colocarse entre los mayores exportadores mundiales de carne. Los frigoríficos argentinos en plena debacle fueron, a partir de la llegada de los capitales brasileños, desde el 2005, el vehículo pertinente que les permitió el acercamiento del mercado europeo y, al mismo tiempo, subsanar las inequidades en la calidad de la carne producida.
De tal forma, las firmas brasileñas desembarcaron de manera agresiva pasando, prontamente, a ocupar el primer lugar dentro del eslabón fundamental de la cadena del sector. Esa posición dominante les permitió ser un actor determinante en los precios de la carne en el mercado interno, y absorbieron hasta los últimos beneficios del crecimiento en la producción hasta 2009, tiempo de record que, sin embargo, dejo ver la liquidación de cabezas en la estrepitosa caída en el rodeo nacional (del 2007 al 2010 se perdieron cerca de diez millones de cabezas) y, al mismo tiempo, al incumplimiento sistemático de los compromisos de exportación.
Desde ese momento de esplendor del 2009 a la actualidad, las exportaciones cayeron 70%; el rodeo nacional (en crecimiento desde el 2011) llegaba en 2013 a 50,9 millones, algo menos de dos millones por encima a marzo del 2011, aunque lejos del 2007, antes de la dilapidación, cuando había 60 millones de cabezas (el informe del Área de Estadística y Economía del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina es algo escéptico del entusiasmo, y señala la parcialidad de la recuperación: "se encuentra limitado a las categorías más puras de cría: vacas y terneros y terneras, ya que la disponibilidad de las categorías más requeridas para la producción de carne, como novillos, novillitos y vaquillonas, aún se encuentran en niveles inferiores a los del punto mínimo de 2011”). (https://brujulacomunicacion.com/index.php/noticias/notas/item/459-la-otra-vaca-muerta-que-pasa-con-la-carne).

La cadena de los cierres y despidos.

El cierre de exportaciones, variante en sus disposiciones desde la intervención del gobierno nacional en 2006, motor fundamental de todo el proceso, obligó a los frigoríficos brasileños, cuyas plantas fueron preparadas para la elaboración de aquellos cortes Premium que se destinaban a la exportación, a girar su interés en el mercado interno, a través de la comercialización de productos baratos como las hamburguesas (Brasil Food que a diferencia de JBS y Marfrig no se achicó, se quedó con la marca Paty e invirtió 40 millones de dólares, aunque lo hizo para comprar el 30% que le faltaba para controlar absolutamente Avex, una empresa avícola, sector que, ayudado por la concentración y los subsidios oficiales, se encuentra en “vías de desarrollo”).
En ese vuelco al más favorable mercado interno  (un corte que, calculando costos, retenciones y cumplimientos sanitarios, en la exportación se paga 60 pesos el kilo, en el mercado interno se ubica por 140 pesos el kilo) introdujo a los supermercados como actores de la cadena: el grupo Cencosud (que controla el supermercado disco y gestiona las cadenas Jumbo y Plaza Vea) compra hacienda directa para faenarla en frigoríficos bonaerenses, entre ellos, el de Huinca Renancó, cuya propiedad comparte, a medias, con el supermercado Libertad. Luego envía las medias reses a un centro de procesado en Esteban Echeverría para producir los envasados, y finalmente distribuye entre las sucursales. De esa manera, entre frigoríficos y supermercados controlan toda la cadena de valor y obtienen amplios márgenes de rentabilidad, a costa de sus trabajadores, los productores y del consumidor final.
Nuevos negocios, menos empleos
El nuevo esquema de negocios, obviamente, llevó a las célebres reestructuraciones, y así comenzaron a cerrar diversas plantas en todo el país y miles de trabajadores quedaron en la calle sin mayores inquietudes. Este proceso de achicamiento fue acompañado de una sistemática concentración en la industria frigorífica brasileña: JBS compró el año pasado a Marfrig, incluyendo sus bienes en la Argentina, conformando una colosal estructura de 80 mil trabajadores, siendo la más grande del mundo en el sector (el grupo JBS-Friboi es un gigante con negocios extendidos por todo el continente, incluyendo el negocio financiero con los bancos JBS y J&F). De las ocho plantas que este coloso regional llegó a contar en la Argentina, solo quedan operando una, en Villa Gobernador Gálvez, donde concentró todas las actividades; Marfrig también comenzó a cerrar sus plantas, proceso de desinversión que comenzó en 2012, cuando se desprendió de la marca Paty: en el primer trimestre del año pasado reconocía pérdidas por 40 millones de dólares y la aplicación de medidas de achicamiento y cierre de plantas.
Wesley Batista, presidente de JBS, decía en 2012 que su compañía estaba “soltando a la Argentina de a poco” y que el gobierno había “asesinado la industria de la carne” con la política económica. Si así fuera, JBS, con su explotación, seguramente había clavado su puñal.
El provecho ya había sido sacado.

Daños colaterales

En el transcurso del proceso de auge en la producción, los frigoríficos brasileños, con la anuencia de las políticas oficiales, absorbieron el gran chorro de ganancias, mientras se liquidaba la producción ganadera en una fantasía de esplendor cortoplacista. Cuando los negocios no fueron favorables, reorganizaron su estructura y dejaron el tendal de trabajadores sin respuesta alguna. En la planta que JBS cerró en Venado Tuerto, el 90% de los 500 trabajadores tomaron el retiro voluntario, y el resto fue trasladado a Villa Gobernador Gálvez (“esto da como resultado la brutal y despiadada superexplotación de sus trabajadores, ya que dos hacen el trabajo de cinco. Para colmo, en la última distribución de la cuota Hilton, el [ex]Swift fue agraciado por la nada despreciable suma de 2.730 TN a un promedio de 16 mil dólares por tonelada. Esto constituye un tercio mayor que la del año pasado y la décima parte del cupo general para frigoríficos. Aún así, dicen cínicamente, que si esto no les otorga la rentabilidad buscada, cerrarían también la planta de Gálvez”, dice Adolfo Rosas en una artículo de noviembre de 2013 en La Brújula https://brujulacomunicacion.com/index.php/informes/item/396-de-carne-eramos); Marfrig convino en el mismo método en el caso de la planta de Vivoratá, en Buenos Aires.
La crisis en la industria de la carne empujó al retiro a varias de las empresas extranjeras que operaban en el país. Los empleos que se perdieron rondan los 20 mil, sin contar las consecuencias que repercuten sobre la producción: “en consecuencia, ya se han producido 20 mil despidos y otros tantos en cierne, ante el silencio cómplice del Sindicato y la Federación de la Carne. Lo único que han hecho es convertirse en voceros de las patronales y ofrecer retiros voluntarios con la pretendida excusa de que hay que hacer una política de diálogo. Ese diálogo se ha convertido en tragedia para cientos de trabajadores en el último período”, señala Rosas.
En ese avance de los frigoríficos brasileños (la faena de las 10 empresas más grandes, entre ellas, las brasileñas, llegó al 28% en 2007, y para la primera mitad de 2013 descendía a 24%, producto de la intensificación del proceso de cierres) los frigoríficos de menor escala sienten el empellón: “como gran productora de carne, Santa Fe es una de las provincias más afectadas. Sin contar las plantas de menor tamaño, la provincia tiene cinco grandes frigoríficos cerrados: dos del grupo Mattievich, ubicados en Carcarañá y Puerto General San Martín; Nelson, recientemente comprado por el grupo Friar -de la aceitera Vicentín- a la comercializadora de granos Cargill; Ciribé, un ciclo dos (es decir, dedicado sólo a desosado, sin faena) ubicado en General Lagos; y el conflictivo caso de Venado Tuerto, del grupo brasileño JBS” (La Brújula, “De carne éramos”: https://brujulacomunicacion.com/index.php/informes/item/396-de-carne-eramos).
De esa manera, mientras los precios de la carne en las góndolas se mantienen en niveles tan caros que poco tienen que ver con lo que reciben los productores, al iniciarse la cadena de producción, y antes de sufrir la inflación de la intermediación, los frigoríficos brasileños comienzan a cerrar su ciclo de negocios en la Argentina, dejando como resultado una producción devastada, una cifra enorme de desempleados y un mercado interno con precios desorbitados.

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