Viernes, 27 Septiembre 2013 17:24

Soja flaca, bolsillos llenos, suelos vacios

Escrito por  Lucas Paulinovich
    Soja flaca, bolsillos llenos, suelos vacios

    El valor proteico de la soja producida en la Argentina desciende a ritmo sostenido. Las causas son múltiples y las consecuencias inquietan a los actores del sector. La diferencia en el foco de las preocupaciones define los intereses: o susto por los riesgos de comercialización, o urgencia por el sostenido extractivismo sobre los suelos.


    “Durante el taller se intentó analizar uno de los problemas que nos está afectando y que es estructural: el tenor de proteínas en nuestra soja y por ende en nuestra harina. Cuando pensamos que el 80% del producido es harina (el otro 20% es aceite), al ser una masa tan grande, un problema a nivel proteico es significativo”. La Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), desde las conclusiones del 3° Taller de Proteína, destacó y sintetizó la preocupación del sector que representa. El problema es, a su modo de ver, el descenso del valor proteico en la soja argentina, situación que afecta la calidad de las harinas y condiciona la posibilidad de alcanzar los estándares de comercialización internacional. En otras palabras: es la preocupación por las posibilidades comerciales de una soja de menor calidad. Estaban ahí representantes de Acsoja, del laboratorio de la Bolsa de Comercio de Rosario, los de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara); también de diversas entidades gremiales de productores, y otras entidades técnicas como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), la Facultad de Ciencias Agrarias, la Bolsa de Cereales de Córdoba, miembros de Prosoja, del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), de Fertilizar, entre otras varias entidades.

    Con respecto a la influencia ambiental, que demasiado elípticamente emite a la importancia de los suelos, uno de los técnicos del Inta expone: “en un estudio que realizamos sobre 20 mil muestras, el resultado fue que el ambiente influye en un 56% en la expresión de la calidad, ya sea de la proteína como del aceite. –y sintetiza- lo que ocurrió este año históricamente no había pasado nunca, porque no sólo cayó la proteína sino que el aceite no estuvo a los niveles esperados. Por lo tanto, el Profat (proteína + aceite) de este año también fue el más bajo de los últimos 16 años. De allí el problema que observa la industria, ya que no se alcanza los estándares internacionales que demandan para el High Pro y estamos teniendo descuentos importantes en la comercialización”.

    El resultado de la reunión se compadece con ese orden de importancia: “lo atractivo fue que en el diagnóstico hubo una gran coincidencia y se trazaron líneas de acción concretas. Se conformó un grupo de trabajo con sectores representados por la industria, la producción y el sector de investigaciones de universidades, para iniciar una búsqueda de distintas mejoras en cuanto a proteínas”. Sin embargo, desde Fertilizar, una de las entidades concurrentes, calcularon una siembra de 18,31 millones de hectáreas con soja, un 3% menos que en el ciclo precedente. Es decir: el objetivo, en la práctica, es menos hectáreas, más rendimiento.
    El problema de la escualidez de nuestra soja, en este contexto, es verdaderamente inquietante. Pero las curiosas casualidades de la política siempre conjugan en favor de los más poderosos.

    Los pies en el suelo

    “El nivel de reposición de nutrientes promedio en el campo argentino es del 35 por ciento de lo que extraen los cultivos, lo que hace que en el mediano plazo esta situación pueda tornarse inviable”, esto lo señaló Roberto Casas, especialista del Inta, acerca del marcado proceso de deterioro de los suelos argentinos y la posibilidad de estrechamiento de uno de los brazos de dependencia sobre la soberanía del patrimonio.
    Para la producción de los principales cultivos en conformidad con la sustentabilidad, sobre todo en la soja, se necesitan un nivel de reposición de nutrientes no inferior al 60%, de acuerdo a las estimaciones del instituto, esto es más del doble de lo que habitualmente se realiza en la Argentina. Para compensar la falta de inversión en fertilización, serían necesarios tres mil millones dólares. El suelo está exhausto, y con la nueva soja, que al ser 10% más productiva, así será también de exigente y extractiva, continuará su proceso de degradación que ya lleva a que el 35% de las tierras en la Argentina presenten algún tipo de erosión. La gravedad no solo se debe al deterioro patrimonial que implica la destrucción de los suelos, sino a la dependencia económica que supone: la Argentina carece de fósforo de calidad, fertilizante fundamental, por lo que debe importarlo, principalmente del norte africano. A mayor degradación, entonces, mayor necesidad de importaciones, y eso implica dependencia a la variación de los precios internacionales.

    “El análisis de los rendimientos medios en soja cuenta que el rendimiento medio se duplico en 30 años, pero que es el cultivo extensivo de menor ganancia anual de rendimiento. Para el período 1989/90 a 1999/2000 maíz tuvo +195 kg/ha.año, sorgo +149 kg/ha.año, trigo +54kg/ha.año y soja solo +20 kg/ha.año. Una interpretación es que soja se está sembrando en suelos o ambientes de baja calidad, mientras que maíz se estaría sembrando en suelos relativamente más fértiles. Otra indica que no se están aplicando en soja todas las prácticas agronómicas que permitan expresar el potencial genético de las nuevas variedades. Probablemente la baja ganancia anual se deba a la suma de ambas situaciones. La expansión hacia ambientes menos productivos entrega menores rendimientos, y en los mejores ambientes, muy explotados, el cultivo no rinde de acuerdo al potencial entre otras por limitantes nutricionales, debido al monocultivo de soja sin reposición de nutrientes. El resultado es que el cultivo presenta rendimientos medios semejantes a los de hace 20 años”, explica Fernando Martínez, técnico del Inta Casilda, en el trabajo “Crónica de la soja en la región pampeana”. Solo el 60% de los productores aplica fertilizantes, muchas veces por debajo de las condiciones óptimas. De acuerdo a las estimaciones del sector, el mercado de fertilizantes es de 3,2 millones de toneladas, algo más de una tonelada menos de la cifra que permitiría la sustentabilidad.

    "El productor está sembrando demasiada soja porque quiere reducir sus riesgos. La soja es un cultivo más resistente al clima adverso, y las políticas públicas de la Argentina también favorecen la siembra de soja por encima de la de maíz y trigo, a los que se les aplican límites a la exportación", explica el panorama político-productivo María Fernanda González Sanjuan, representante de Fertilizar. La responsabilidad productiva está medida por las urgencias de la rentabilidad en un contexto de inestabilidad y confusión política, cuya improvisación se organiza en beneficio de los grupos concentrados y las cerealeras y exportadoras: en la actualidad se reponen solamente 1.300 millones de los 4.300 millones de dólares en riquezas que se le arrancan al suelo. “Esta situación genera que el proceso de degradación del suelo aumente, complicando en el mediano plazo la producción agrícola de todo el país, con rindes menores”, dice Casas. Será entonces, que tendremos soja más desnutrida, suelos agotados y una altísima productividad de la que ganan muy pocos.

    Soja flaca, bolsillos llenos

    El valor proteico de la soja producida en la Argentina desciende a ritmo sostenido. Las causas son múltiples y las consecuencias inquietan a los actores del sector. La diferencia en el foco de las preocupaciones define los intereses: o susto por los riesgos de comercialización, o urgencia por el sostenido extractivismo sobre los suelos.

     

    “Durante el taller se intentó analizar uno de los problemas que nos está afectando y que es estructural: el tenor de proteínas en nuestra soja y por ende en nuestra harina. Cuando pensamos que el 80% del producido es harina (el otro 20% es aceite), al ser una masa tan grande, un problema a nivel proteico es significativo”. La Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), desde las conclusiones del 3° Taller de Proteína, destacó y sintetizó la preocupación del sector que representa. El problema es, a su modo de ver, el descenso del valor proteico en la soja argentina, situación que afecta la calidad de las harinas y condiciona la posibilidad de alcanzar los estándares de comercialización internacional. En otras palabras: es la preocupación por las posibilidades comerciales de una soja de menor calidad. Estaban ahí representantes de Acsoja, del laboratorio de la Bolsa de Comercio de Rosario, los de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara); también de diversas entidades gremiales de productores, y otras entidades técnicas como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), la Facultad de Ciencias Agrarias, la Bolsa de Cereales de Córdoba, miembros de Prosoja, del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), de Fertilizar, entre otras varias entidades.

    Con respecto a la influencia ambiental, que demasiado elípticamente emite a la importancia de los suelos, uno de los técnicos del Inta expone: “en un estudio que realizamos sobre 20 mil muestras, el resultado fue que el ambiente influye en un 56% en la expresión de la calidad, ya sea de la proteína como del aceite. –y sintetiza- lo que ocurrió este año históricamente no había pasado nunca, porque no sólo cayó la proteína sino que el aceite no estuvo a los niveles esperados. Por lo tanto, el Profat (proteína + aceite) de este año también fue el más bajo de los últimos 16 años. De allí el problema que observa la industria, ya que no se alcanza los estándares internacionales que demandan para el High Pro y estamos teniendo descuentos importantes en la comercialización”.

    El resultado de la reunión se compadece con ese orden de importancia: “lo atractivo fue que en el diagnóstico hubo una gran coincidencia y se trazaron líneas de acción concretas. Se conformó un grupo de trabajo con sectores representados por la industria, la producción y el sector de investigaciones de universidades, para iniciar una búsqueda de distintas mejoras en cuanto a proteínas”. Sin embargo, desde Fertilizar, una de las entidades concurrentes, calcularon una siembra de 18,31 millones de hectáreas con soja, un 3% menos que en el ciclo precedente. Es decir: el objetivo, en la práctica, es menos hectáreas, más rendimiento.

    El problema de la escualidez de nuestra soja, en este contexto, es verdaderamente inquietante. Pero las curiosas casualidades de la política siempre conjugan en favor de los más poderosos.

    Los pies en el suelo

    “El nivel de reposición de nutrientes promedio en el campo argentino es del 35 por ciento de lo que extraen los cultivos, lo que hace que en el mediano plazo esta situación pueda tornarse inviable”, esto lo señaló Roberto Casas, especialista del Inta, acerca del marcado proceso de deterioro de los suelos argentinos y la posibilidad de estrechamiento de uno de los brazos de dependencia sobre la soberanía del patrimonio.

    Para la producción de los principales cultivos en conformidad con la sustentabilidad, sobre todo en la soja, se necesitan un nivel de reposición de nutrientes no inferior al 60%, de acuerdo a las estimaciones del instituto, esto es más del doble de lo que habitualmente se realiza en la Argentina. Para compensar la falta de inversión en fertilización, serían necesarios tres mil millones dólares. El suelo está exhausto, y con la nueva soja, que al ser 10% más productiva, así será también de exigente y extractiva, continuará su proceso de degradación que ya lleva a que el 35% de las tierras en la Argentina presenten algún tipo de erosión. La gravedad no solo se debe al deterioro patrimonial que implica la destrucción de los suelos, sino a la dependencia económica que supone: la Argentina carece de fósforo de calidad, fertilizante fundamental, por lo que debe importarlo, principalmente del norte africano. A mayor degradación, entonces, mayor necesidad de importaciones, y eso implica dependencia a la variación de los precios internacionales.

    “El análisis de los rendimientos medios en soja cuenta que el rendimiento medio se duplico en 30 años, pero que es el cultivo extensivo de menor ganancia anual de rendimiento. Para el período 1989/90 a 1999/2000 maíz tuvo +195 kg/ha.año, sorgo +149 kg/ha.año, trigo +54kg/ha.año y soja solo +20 kg/ha.año. Una interpretación es que soja se está sembrando en suelos o ambientes de baja calidad, mientras que maíz se estaría sembrando en suelos relativamente más fértiles. Otra indica que no se están aplicando en soja todas las prácticas agronómicas que permitan expresar el potencial genético de las nuevas variedades. Probablemente la baja ganancia anual se deba a la suma de ambas situaciones. La expansión hacia ambientes menos productivos entrega menores rendimientos, y en los mejores ambientes, muy explotados, el cultivo no rinde de acuerdo al potencial entre otras por limitantes nutricionales, debido al monocultivo de soja sin reposición de nutrientes. El resultado es que el cultivo presenta rendimientos medios semejantes a los de hace 20 años”, explica Fernando Martínez, técnico del Inta Casilda, en el trabajo “Crónica de la soja en la región pampeana”. Solo el 60% de los productores aplica fertilizantes, muchas veces por debajo de las condiciones óptimas. De acuerdo a las estimaciones del sector, el mercado de fertilizantes es de 3,2 millones de toneladas, algo más de una tonelada menos de la cifra que permitiría la sustentabilidad.

    "El productor está sembrando demasiada soja porque quiere reducir sus riesgos. La soja es un cultivo más resistente al clima adverso, y las políticas públicas de la Argentina también favorecen la siembra de soja por encima de la de maíz y trigo, a los que se les aplican límites a la exportación", explica el panorama político-productivo María Fernanda González Sanjuan, representante de Fertilizar. La responsabilidad productiva está medida por las urgencias de la rentabilidad en un contexto de inestabilidad y confusión política, cuya improvisación se organiza en beneficio de los grupos concentrados y las cerealeras y exportadoras: en la actualidad se reponen solamente 1.300 millones de los 4.300 millones de dólares en riquezas que se le arrancan al suelo. “Esta situación genera que el proceso de degradación del suelo aumente, complicando en el mediano plazo la producción agrícola de todo el país, con rindes menores”, dice Casas. Será entonces, que tendremos soja más desnutrida, suelos agotados y una altísima productividad de la que ganan muy pocos.

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