Hace más de un año se encuentran en el Concejo Deliberante de la ciudad dos proyectos que impulsan la implementación de un cupo para personas trans en el sector público municipal. Ambas iniciativas establecen la incorporación, que sería obligatoria, de un número mínimo de diez personas trans por año cuando se deban cubrir cargos. Uno de estos proyectos fue elaborado y presentado por el Frente de Diversidad del Movimiento Evita junto con la agrupación Putos Peronistas, y el otro por la Asociación civil VOX
En Rosario, desde el 2011 se encuentra funcionando el proyecto de inserción laboral, el cual consiste en que las empresas tomen chicas y chicos trans y el Estado les “aliviana” la parte tributaria. Pero solo fueron contratadas cinco personas en los cuatro años que se encuentra funcionando el proyecto, y todas en el primer año. “Como vimos que seguíamos teniendo el mismo problema de inserción laboral, ya que no funciono de manera voluntaria que las empresas contrataran chicos y chicas trans, surgió el proyecto del cupo que obliga al Estado a contratarlas”, dijo Julián Fernández, conductor del Frente de Diversidad del Movimiento Evita.
La falta de inserción laboral de la comunidad trans, tiene como consecuencia que la única salida posible termine siendo la prostitución; como señaló Claudia: “Lo normal sería que podamos elegir donde queremos trabajar”. Claudia es una chica trans mendocina. Su vida laboral comenzó a sus 15 años como “baby sitter”, hasta que a su padre no la apoyó en su proceso de cambio y empezó a trabajar en la calle. Durante la crisis del 2001 emigró hacía Europa, desde donde le enviaba dinero a su familia para que pudieran mantenerse. Allí trabajó en un local de ropa, de cajera en un boliche y en un pub. La burocracia y los afectos la hicieron volver al país en el 2007, y desde entonces vive en Rosario. Aquí se casó, tuvo su propio local de ropa por la peatonal Córdoba, atendió una dietética y se capacitó: es esteticista, manicura y perfumera, lo que le permite tener su propio micro emprendimiento.
No obstante, hace ocho años que está en la búsqueda de un trabajo estable. “Yo donde veo tiro el curriculum y nunca me llaman”, lamentó, y entre palabras cortadas continuó: “Hay gente que me dice: ‘¡No! El curriculum no te lo agarro’, y los que me lo aceptan no llego ni a la etapa de la entrevista. La gente es muy prejuiciosa”. Sostuvo que está capacitada para diferentes trabajos y se consideró una luchadora: “Toda mi vida luché por un trabajo”. Y agregó: “No quiero volver a trabajar en la calle, es feo que alguien te esté pagando por tener sexo”.
Distinta es la situación de Alejandra González, que desde hace ocho años trabaja como no docente en la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la UNR (Universidad Nacional de Rosario); puesto al que ingresó gracias a su padre, quien también trabaja en esa casa de estudios. Por su desempeño laboral, desde este año es secretaria de la Oficina de la Mujer de la misma facultad, hecho que consideró un gran avance. Además, por la tarde trabaja como masajista. Pero no siempre fue así, antes fue “una orgullosa trabajadora sexual”. Solo fue a una entrevista laboral a lo largo de su vida: “No buscaba trabajo por miedo al rechazo. Sentía que era una pérdida de tiempo, que no me iban a tomar por ser quien elegí ser”, confió.
Estos testimonios dan cuenta de que el proyecto de cupo representa un comienzo, pero también hacen falta otros cambios en la sociedad. Es necesario dejar de pensar que las personas trans solo pueden ser trabajadores sexuales, entender que la orientación sexual o la identidad de género no limitan la capacidad laboral de una persona, informarse y educar.