Domingo, 21 Mayo 2017 22:51

De luchas y conquistas en la historia obrera argentina

Escrito por  Ignacio Cagliero
De luchas y conquistas en la historia obrera argentina

Desde el surgimiento del movimiento obrero hasta las apropiaciones de fábricas en quiebra por parte de los mismos trabajadores durante los últimos años, la historia de las conquistas y derechos en el terreno del trabajo están signados por la organización y la lucha de los sectores trabajadores. Repasamos algunas de tantas historias

Historia: Los comienzos del movimiento obrero

El lema “gobernar es poblar”, acuñado por el pensador argentino Juan Bautista Alberdi en Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852), ilustraría parte de la política socioeconómica que se avecinaba, sobre todo, en las últimas décadas del siglo XIX. La campaña del desierto en la década del ’80 y la expansión de la frontera pampeana brindaban la posibilidad de aumentar la productividad del modelo agroexportador a base de mano de obra barata que trabaje esas tierras. A través de la ley 817 de “Inmigración y colonización”, mejor conocida como Ley Avellaneda, el estado fomentó el fenómeno inmigratorio. Sin embargo, hacia 1884, la totalidad de las tierras pampeanas se habían repartido entre los principales del ejército que participaron en esas campañas, y las familias que conformaban la oligarquía de la época. Esto marcaría una de las características principales del modelo económico: La explotación de una parte sustancial de la superficie disponible por arrendatarios, y de la otra por grandes latifundios  , lo que evidenciaba también el difícil acceso a la tierra. Los europeos lentamente fueron instalándose en las grandes urbes.

Entre 1880 y 1918 arribaron a nuestras tierras cinco millones de migrantes, principalmente italianos y españoles, nada más lejano a lo que deseaban las clases dirigentes y la oligarquía local que pugnaban por una inmigración proveniente de los países nórdicos. Junto con las familias que llegaban de las partes más afectadas de Europa, también arribaban las ideas que más influirían en la conformación del movimiento obrero en Argentina, y de la defensa de los trabajadores: Socialismo y anarquismo.

Socialistas y Anarquistas

En el año 1896, Juan B. Justo funda el partido socialista. Su carta de presentación en el primer manifiesto electoral definía la identidad obrera del partido socialista: “Todos los partidos de la clase rica son uno solo cuando se trata de aumentar los beneficios del capital a costa del pueblo trabajador, aunque sea estúpidamente y comprometiendo el desarrollo general del país. El Partido Socialista es ante todo el partido de los trabajadores, de los proletarios, de los que no tienen más que la fuerza de su trabajo; las puertas del partido están, sin embargo, abiertas para los individuos de otras clases que quisieran entrar, subordinando sus intereses a los de la clase proletaria. Lo que es importante es patentizar nuestra independencia de todo interés capitalista o pequeño burgués”

Algunos años después, en 1904, Alfredo Palacios sería elegido como diputado por la boca –barrio colmado de inmigrantes, sobre todo genoveses- y se convertiría el primer legislador socialista de América. Desde su banca impulsaría leyes en defensa del trabajador, acorde a la situación de los obreros: Descanso dominical, Reglamentación y protección del trabajo de las mujeres y niños, prohibición del establecimiento en los conventillos de medidores para el cobro del impuesto al consumo del agua, e incluso leyes en defensa de los derechos humanos como la 9143 –conocida como Ley Palacios- en contra de la trata de personas.

Por su parte el periódico La Protesta Humana, de tendencia anarquista, se diferenciaba del partido fundado por Justo: “El socialismo moderno divídese principalmente en dos fracciones que difieren en la táctica y en los medios para la realización del ideal. Conócese una fracción con el nombre de socialismo autoritario o legalitario, y la otra llámase socialismo libertario o anarquista (…)”El socialismo libertario, iniciado por Proudhon y desarrollado por Bakunin, pretende la realización del ideal socialista por medios directos, francamente revolucionarios, sin admitir la lucha política, que cree inmoral y enervante, y sin recurrir a la intermediación de un estado obrero que considera perjudicial y peligroso”

El ala anarquista que pugnaba por la acción organizada  -mayoritariamente inmigrantes relacionados a los oficios- fueron los creadores de sindicatos como cigarreros, panaderos carpinteros y ebanistas, entre otros. La creciente organización del sector obrero llevo a la creación de la Federación Obrera Argentina (FOA), la central que conglomeraba a todos los gremios del país, y la que llevaría adelante la primera huelga general a principio de noviembre de 1902.

Algunos años agitados: La primera huelga general y la protesta como plan de lucha
La intromisión del movimiento obrero en la discusión por mejores condiciones de trabajo molestó a las clases dirigentes oligárquicas. En noviembre de 1902 el Congreso de la Nación sancionó la Ley de Residencia (4144) –o Ley Cané, por su impulsor Miguel Cané-, que facultaba al Poder Ejecutivo, sin juicio previo, a “ordenar la salida de todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional y el orden público”. La medida tenía fines claros: Desarmar la organización obrera y sindical.

La reacción de los trabajadores no se hizo esperar. A fines de ese mismo mes la FOA convoco a la primera huelga general en argentina, con un alto grado de acatamiento. Si bien la Ley de Residencia tardaría 56 años en derogarse (1958), el poder del pueblo trabajador se hacía sentir. A partir de allí muchas de las grandes conquistas de los derechos de los trabajadores quedaron supeditadas la organización y la lucha obrera por medio de huelgas, y en algunos casos, directamente a la lucha armada.

Las primeras décadas del Siglo XX fueron tiempos de conflicto social. En Junio de 1912 los chacareros del sur de Santa Fe renegaban de los altos precios de arrendamientos que debían pagar por trabajar la tierra que no les pertenecía. Luego de casi tres meses de lucha, huelga y movilizaciones – que se extendieron por toda la región pampeana- la rebelión conocida como El Grito de Alcorta triunfó en detrimento de los intereses de la Sociedad Rural: los chacareros consiguieron que el alquiler de la tierra se redujera del 34 al 28 por ciento de la producción, que se extendieran los contratos a 3 años, y que los productores pudieran elegir a qué proveedor comprar . De esta rebelión, los chacareros organizados pasaron a formar la Federación Agraria.

Famosos levantamientos como el de la semana trágica (1919), en la que los trabajadores metalúrgicos de los talleres Vasena protestaban por mejores condiciones de trabajo y una jornada laboral de ocho horas, o la de los trabajadores explotados en la Patagonia Rebelde (1920-1921) son también claras muestras de la huelga y la revuelta social como plan de lucha, y en segundo lugar, de la violencia con la que el estado respondía a la organización del movimiento obrero.
Pelea de algunos, derechos de todos: Jornada de ocho horas, vacaciones pagas e indemnización

Cuando se piensa en los derechos de los trabajadores automáticamente viene a la mente algunos conquistas ya instalados y consagrados en la actualidad: Jornada de ocho horas, vacaciones pagas, aguinaldo, indemnizaciones etc. Si rastreamos el origen, vamos a encontrar que detrás de estos derechos que hoy goza el colectivo entero de trabajadores argentinos, hubo un grupo de obreros que encarnizó esas luchas como propias.

La pelea por una jornada laboral de ocho horas data de principio de siglo XIX: “ocho horas de trabajo, ocho horas para vivir, ocho horas de descanso” (8 hours labour, 8 hours recreation, 8 hours rest), fue el lema acuñado por el Socialista Robert Owen, que remite a las pésimas condiciones laborales que trajo consigo la revolución industrial, y que refieren a la relación directamente proporcional entre calidad de trabajo y calidad de vida. Pero el punto de inflexión a nivel mundial se da con la famosa huelga  generalizada el 1º de Mayo de 1886 en Estados Unidos. Los hechos más trágicos se produjeron en Chicago: Las protestas se extendieron hasta el día 4 de mayo donde un enfrentamiento entre huelguistas y esquiroles –o rompehuelgas- frente a la fábrica agrícola McCormick, terminó con una represión policial desencadenando un número desconocido de muertos y heridos. En Junio de ese año, acusados de haber hecho estallar una bomba que hirió de muerte a un policía en aquellos sucesos de Chicago, cinco trabajadores fueron ejecutados en la horca luego de un juicio lleno de irregularidades. Pasarían a la historia como los “Mártires de Chicago”.

A partir de allí, el 1º de mayo se vuelve una fecha histórica a nivel mundial. En Argentina, unos pocos años después, en 1890, Rosario y Buenos Aires conmemoraron el hito, convirtiéndose en una de las primeras manifestaciones de organizaciones obreras en el país .

En 1904, los empleados de comercio en Rosario llevaron adelante una huelga que impulsaría la discusión de algunos derechos. Los trabajadores pedían reconocimiento gremial, descanso dominical, jornada de ocho horas de trabajo, y la imposibilidad de despidos arbitrarios por la actividad sindical o privada del trabajador . La protesta terminó conociéndose como la Masacre de la plaza Santa Rosa -hoy plaza Sarmiento- lugar de los acontecimientos, que luego desembocaron en una semana de huelgas y protestas que terminarían en forma trágica: Cuatro obreros muertos por la represión policial

El diario La Capital relataba lo sucedido aquellos días: "Venía por Maipú hacia San Luis un grupo de panaderos que no pasaría de las siete personas. Al llegar a San Luis un oficial de policía se les acercó ordenándoles que se retiraran y al mismo tiempo tomó violentamente del brazo a uno de los panaderos, un joven de 17 años, de nombre Jesús Pereyra". Tras un forcejeo, un policía "sacó su revólver e hizo fuego hiriendo mortalmente en la frente al jovencito Pereyra que cayó sin exhalar un ay (sic)"

Finalmente, en 1929 se sancionaría la Ley 11.544 sobre jornada, que establece un tope de 8 horas diarias y 48 horas semanales, y algunos años más tardaría la incorporación del sábado inglés -1932.
El golpe del 30 y los gobiernos de facto de José Félix Uriburu y Agustín P. Justo debilitaron a las organizaciones sindicales. La década infame y la proscripción del radicalismo, sin embargo, permitieron al partido Socialista tener la mayor representación parlamentaria durante el Siglo XX: 43 diputados y dos senadores . Además de la presencia en las calles, los trabajadores lograban una representación legislativa pujante.

Desde allí, los trabajadores de comercio -en trabajo conjunto con el Partido Socialista- impulsaron un proyecto de reforma del Código de Comercio por el cual venían reclamando hacía años. En 1934 con la ley 11.729 se logró modificar los artículos 154 a 160 del Código estableciendo la indemnización frente al despido arbitrario –cesantía–  la licencia con goce de sueldo frente a las enfermedades y los accidentes e instauró el descanso anual obligatorio y retribuido – vacaciones pagas . Este sería el punto de partida del que se basaría Juan Domingo Perón en 1945 desde la Secretaría de Trabajo para hacer extensivo el beneficio de los empleados de comercio  -vacaciones e indemnización- hacia el conjunto de los trabajadores.

En los últimos años…

Si bien muchas de las batallas ganadas en el terreno laboral de aquellos años desprenderán distintos análisis según su respectivo contexto político económico y social, en la actualidad, si bien pueden haber variados las formas, la cuestión de fondo frente a los problemas de los trabajadores sigue siendo la misma: La organización y la protesta como método de lucha.

Movimientos de desocupados: Los “piqueteros”

Las políticas neoliberales de los noventas aumentarían considerablemente la cantidad de desocupados en el país. En las ciudades de Cultral Có y Plaza Huincul (Neuquén), la privatización de YPF dejó alrededor de 4 mil personas sin trabajo, y repercutió fuertemente en la economía de estos pueblos que se basaba -casi en su totalidad- a la actividad petrolera. La decisión del gobernador de esa provincia de rechazar la instalación de una fábrica canadiense de fertilizantes en esa zona, que podría traer trabajo a los lugareños, desencadenó un particular método de protesta en ese entonces: Los ex trabajadores “ypefianos” acompañados por muchísimas personas solidarizadas con la causa, se apostaron en la ruta 22 impidiendo el tránsito con barricadas y neumáticos quemados, y provocando el desabastecimiento de combustible, elemento clave durante el invierno patagónico. Se popularizaba el “piquete” y corte de ruta como método efectivo de protesta para los pedidos obreros.

Si bien los acontecimientos del año 96 en  Cutral Có y Plaza Huincul volverían a repetirse al año siguiente, esta vez, con una violenta represión por parte de las fuerzas de seguridad que terminaron con la muerte de la militante desocupada Teresa Rodríguez, las puebladas derivadas en piquetes se terminaron levantado con un pacto-acuerdo en donde los sectores trabajadores pudieron hacerse escuchar y poner sobre la mesa su realidad socioeconómica.
Para los últimos años de la década del noventa el fenómeno “piquetero” hasta entonces una manifestación espontánea instalada en las mencionadas localizadas del sur, se extenderían y tomarían fuerza en el resto del país, sobre todo en gran Buenos Aires . Los movimientos de desocupados formarían una masa homogénea que usarían el corte de ruta para conseguir algunos planes y bolsones de comida para  subsistir, y un pedido lógico de fondo, la creación de puestos de trabajo.

Las respuestas de los gobiernos y las fuerzas de seguridad frente al reclamo obrero no variaron mucho a la de la semana trágica del Siglo XIX o la de los trabajadores protagonistas de la Patagonia Rebelde. Las muertes de los jóvenes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, integrantes del movimiento de desocupados, a manos de la policía bonaerense, mientras intentaban cortar el Puente Pueyrredón en demanda de trabajo, marcarían un hito en la historia de los movimientos de desocupados y la protesta social en argentina.

Trabajadores del subte y las seis horas de trabajo

En Septiembre de 2003, luego de varios días de huelga, los trabajadores del subterráneo lograron que la empresa Metrovías acepte reducir la jornada laboral de sus empleados de 8 a 6 horas. Tanto la Legislatura Porteña como el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Ministerio de trabajo consideraron como “insalubres” las condiciones en las cuales se desarrollaban las tareas. Tal como reclamaban los empleados, la reducción de horas no significó una reducción del salario.
La patronal restaba importancia al reclamo de los trabajadores largando un comunicado en donde argumentaban que “existen distintos estudios médicos realizados por hospitales y profesionales idóneos y reconocidos de donde surge claramente que el subte no es insalubre”  , y denunciando “grupos activistas” detrás de los líderes sindicales que encabezaban el pedido. Sin embargo, un informe de la Dirección de Protección del Trabajo del Gobierno de la Ciudad terminó por inclinar la balanza para el lado de los trabajadores del subte:
•    “El nivel de ruidos a los que se encuentran expuestos los trabajadores excede los límites permisibles, con excepción de las boleterías de las líneas A, B, C, D y E”.
•    “Si bien la empresa había constado al momento de la concesión que los niveles de energía sonora excedían los valores máximos legales, hasta el momento no proveyó de los protectores auditivos necesarios ni efectuó los estudios audiométricos prescriptos”.
•    “Se comprobó la existencia de sustancias contaminantes en el medio ambiente de trabajo, la falta de implementación de sistemas de captación de los mismos y la ausencia de análisis periódicos de calidad de aire”.
•    “Un análisis de las historias clínicas-ocupacionales de los trabajadores revela que “el 87 por ciento de los trazados audiométricos muestra algún tipo de anomalía en el oído, cuando el 62 por ciento de estos no presentaba anomalías en los exámenes preocupacionales realizados por la empresa”.

De Zanón a FaSinPat: El movimiento de fábricas recuperadas

Al igual que con el movimiento de trabajadores desocupados (MTD), la crisis del 2001 profundizó un fenómeno que comenzó a fines de los noventa: La apropiación por parte de los trabajadores de  las empresas que quebraban producto de la recesión económica. Esta dinámica significó un quiebre a la lógica tradicional –relación vertical entre patrón y asalariado- y creó un campo de igualdad entre los propios trabajadores que decidirán tanto las formas de producción como las del reparto de los frutos obtenidos.

Quizás el caso más emblemático – y el primero- de éste fenómeno sea el de la cerámica Zanón, desde 2005 rebautizada como FaSinPat (Fábrica Sin Patrones). Zanón –de capitales italianos- se instaló en la provincia de Neuquén en 1979, y durante las décadas del 80 y 90 vivió sus años de apogeo producto del respaldo político y económico a base de subsidios y beneficios fiscales del entonces presidente de la Nación Carlos Menem, y el Gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch. Incluso, en 1993 llegó a convertirse en la primera fábrica de pisos de porcellanato de América del Sur . Sin embargo la crisis del 2001 afectó la rentabilidad de la fábrica y los primeros en sufrir las consecuencias fueron los empleados con una serie de despidos: Una histórica huelga de 34 días hizo dar marcha atrás a los directivos de la empresa, además abonando los salarios. No obstante, los directivos ya habían comenzado un proceso de liquidación y cierre de la empresa - lookout. Para el mes de noviembre de 2001, Zanón anunciaba oficialmente el cierre de la planta y el despido de sus 380 empleados.

El 3 de Octubre, los trabajadores optaron por mantenerse en sus puestos de trabajo: Tomaron la fábrica e impidieron la entrada de los gerentes. Mientras los trabajadores resistían los innumerables intentos de desalojo por parte de los antiguos dueños, los obreros se organizaron en asambleas, con una línea de mando horizontal y decidieron comenzar a producir por sus propios medios.

En el año 2005 conformaron una cooperativa de trabajo. Luego de once años de litigios judiciales por parte de los primeros dueños de la Cerámica, finalmente en 2012 la justicia entregó definitivamente los bienes de la ex Zanón a la cooperativa FaSinPat. La provincia de Neuquén se hizo cargo de la expropiación . Actualmente, la empresa cuenta con ocho líneas de producción con una capacidad de 80.000 m2 de cerámicos por mes, de donde el 90% se destina al mercado interno y el 10% restante a la exportación. El crecimiento de los movimientos de fábricas recuperadas y su militancia por la autogestión obrera llevó a que en 2011 se reforme la Ley de Concursos y Quiebras (24.522) para que los trabajadores puedan continuar con su tarea productiva inmediatamente luego de la quiebra de una empresa, aun cuando la cooperativa de trabajo se encuentre en formación.

A modo de cierre…

El movimiento obrero surge en argentina como el agrupamiento de sectores heterogéneos, con marcado componente inmigrante, y empapados por las ideas revolucionarias de la época –socialismo y anarquismo. Sin embargo, dentro de esa diversidad, la organización y el agrupamiento fue el caparazón protector -y necesario- frente a los avances de la patronal. Todos los derechos que hoy goza el conjunto de los trabajadores son fruto de arduas luchas pasadas, llevadas adelante por la perseverancia de las mayorías siempre perjudicadas.

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