El título general que guió sus discursos fue, precisamente, "Igualdad a través de las reformas", con un guiño a lo recientemente aprobado por la FIFA en su Asamblea Extraordinaria de fines de febrero pasado (junto con la elección del nuevo presidente, Gianni Infantino) entre las cuales se incluye la incorporación de al menos una mujer por confederación (o sea, un mínimo de 6 sobre 37) al nuevo Consejo de la FIFA que se conformará en los meses por venir. Desde lo institucional, el máximo ente del fútbol promociona este evento “como parte del compromiso con la promoción, el desarrollo y la inversión en el fútbol femenino a fin de que esta disciplina y las mujeres que la practican puedan alcanzar su potencial en todo el mundo”. En lo pragmático, no obstante, apunta más a empezar a limpiar la muy deteriorada imagen pública, producto especialmente de la investigación por corrupción que estalló en mayo de 2015.
Si se contrasta ese discurso oficial de la FIFA con la práctica, aún reconociendo progresos y mejoras, queda un largo camino por recorrer para hablar de igualdad de género en el fútbol. Esto, por supuesto, es un reflejo de la concepción machista que prima sobre este deporte en todos sus aspectos, lo cual a su vez es una muestra de la situación de desigualdades en la demás facetas de la vida (y nada mejor que un campo históricamente dominado por hombres para sacar a relucir esta visión retrógrada del mundo).
Citando un caso concreto reciente que evidencia la diferencia de trato entre hombres y mujeres, está la cobertura mediática e institucional (desde la misma FIFA) cuando Lionel Messi fue reconocido como el mejor jugador del mundo por quinta vez en su carrera, que fue incomparablemente mayor a cuando alcanzó ese mismo hito la jugadora brasilera Marta, lo cual consiguió cinco años antes y de manera consecutiva (entre 2006 y 2010). Otro caso concreto reciente: el espacio en medios y en la web del ente rector del fútbol que brindaron al Mundial de Brasil 2014 respecto al Mundial de Canadá 2015, disputado por hombres y mujeres respectivamente. En este sentido, King planteó como una reforma necesaria implementar una “estrategia comercial rigurosa para el fútbol femenino como área primordial de crecimiento”.
De ese tipo de comparaciones simples surge la necesidad de más mujeres en los cargos directivos del fútbol a nivel global planteada en los discursos de las conferencias, con el objetivo de pugnar desde adentro y desde lo más alto de la conducción de este deporte por igual reconocimiento e igual trato desde los niveles formativos hasta los más elevados de la pirámide del fútbol mundial. Y, asimismo, las reformas que se impulsan desde la Federación Internacional deben replicarse en las confederaciones continentales y en las asociaciones nacionales. Eso lo afirmó en estas conferencias Sunil Gulati, quien representando a una de las federaciones mejor paradas en este tema (con gran cantidad de mujeres estadounidenses practicando el deporte y la selección nacional femenina contando más éxitos que la masculina), sostiene que también tienen mucho trabajo pendiente en esta materia.
Abocándonos al fútbol argentino, los cargos principales de la AFA están reservados a hombres en su totalidad. Atendiendo a la práctica del deporte, por un lado la liga que debiera ser nacional es en los hechos una competencia metropolitana con clubes de Capital Federal y Gran Buenos Aires. Y si se centra la atención en cada club, el lugar que recibe el fútbol femenino muchas veces es relegado a la ignorancia (salvo cuando logran algún título del cual poder ufanarse), llegando incluso al punto de no brindar espacios para entrenar dentro de las instalaciones del club.
Pasando al nivel local, el panorama es aún más desolador. La Asociación Rosarina de Fútbol ni siquiera cuenta con una liga propia, y si un club afiliado tiene su equipo de mujeres debe inscribirlo en alguna competencia de otra localidad (como ocurría años atrás con Rosario Central en la Liga Cañadense, por ejemplo) o torneos privados.
Porque, en efecto, la situación de las principales instituciones de este deporte no hace más que negar la realidad: que el fútbol femenino no es el futuro, como tanto solía repetir el caído en desgracia Joseph Blatter, sino que es el presente. Y aquello de lo que no se hagan cargo las instituciones (por una visión retrasada, por ignorancia, o por el motivo que sea) seguirá creciendo y desarrollándose por fuera, de manera paralela y sin su control.
De parte del nuevo presidente de FIFA, Gianni Infantino, en lo discursivo se demuestra buena voluntad para llevar adelante estas reformas admitiendo la importancia del fútbol femenino para la organización que ahora encabeza. El tiempo dirá cuánto se transforma en hechos, y cuánto de esto llega a los niveles más bajos de la pirámide del fútbol.
Imagen: pasionmonumental.com