Boston, 30 de Junio. Año 1994. “Créeme que me cortaron las piernas” fue la frase que Diego Maradona, el mejor jugador de todos los tiempos, lanzó al periodista de Canal 13 (y a la posteridad), a raíz de su doping positivo en el Mundial de Estados Unidos. Efedrina, norefedrina, seudoefedrina, norseuroefedrina y metaefedrina fueron las cinco sustancias prohibidas que le encontraron al astro argentino en la prueba de sangre. La FIFA le aplicó una sanción de 15 meses de suspensión, igual cantidad de tiempo que la recibida 3 años antes, por consumir cocaína.
Ahora bien ¿qué sucede con esos otros que no son Maradona? Esos cientos de jugadores que consumen alguna sustancia prohibida y que son sancionados y alejados de su trabajo. “Lo peor que le puede pasar a un deportista es estar suspendido” afirmó la psicóloga Laura Tallano en comunicación con La Brújula. “De esa manera se siente alejado porque se los saca de los lugares de pertenencia, y eso produce un gran daño porque pierde su esencia como deportista”.
El jugador queda entonces, relegado de la actividad profesional, muchas veces entrenándose por su propia cuenta, tratando de no perder ritmo de competencia. Entrenando duramente para no jugar. “Si el deportista está suspendido por una droga social y se lo saca o retira de lo que sabe hacer ¿a dónde cae?” se pregunta Tallano: “A seguir consumiendo, porque es lo que le puede dar un poco más de placer”, afirmó.
Hay dopings y dopings
Laura Tallano es psicóloga y docente de psicología aplicada al deporte. Su experiencia en este campo es amplia y variada: fue psicóloga del plantel de fútbol de Tiro Federal, de la selección argentina de nado sincronizado, así como de varios deportistas que participaron en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro de 2007. Para ella cada caso es particular y se debe tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla cada deportista.
Un error frecuente al trabajar casos de dopaje es abordar los problemas de manera similar. Para la psicóloga, hay que diferenciar en primera medida, de qué sustancias estamos hablando, al referirnos al doping. Por un lado están las drogas “deportivas”, aquellas que el deportista consume para mejorar el rendimiento físico. Para abordar ésta situación, la psicóloga afirma que hay que ir a la raíz del problema:
“Hay que pensar ¿Por qué el deportista consideró necesario tomar determinada sustancia para mejorar el rendimiento deportivo? ¿Por qué necesita determinado logro? Son cuestiones que tienen que ver con la presión social y la autoestima. Hay que trabajar justamente desde ahí, desde la autoestima, desde la confianza del deportista, hacerle entender que puede obtener muy buenos rendimientos sin la necesidad de ninguna sustancia”.
Y por otra parte están las drogas “sociales”, aquellas que están prohibidas pero no ayudan al rendimiento físico. Pueden ser legales, como el alcohol, o ilegales como la marihuana o la cocaína entre otras. Lo que sucede con éstas sustancias es todo lo contrario a las primeras: la marihuana perjudica tanto la velocidad como la resistencia, además de generar alteraciones en la coordinación en los movimientos, mientras que la cocaína, disimula el cansancio físico, lo que produce que el deportista realice una sobreexigencia muscular, que lo lleva a una mayor facilidad para lesiones del tejido muscular, que a su vez hace prolongada su recuperación. Para Tallano lo que hay que dilucidar, en estos casos es si se trata de una adicción. “En esos casos el abordaje es totalmente diferente” afirma, dado que ya no se trata de “hacer trampa” en el ámbito deportivo, si no que implica conductas de vida. “Estamos hablando muchas veces de gente que cree necesitar de esa sustancia para vivir: la situación es mucho más compleja”.
Ante una situación de ésta índole, se debe trabajar “con todos los actores intervinientes en la situación”. “Y con esto me refiero a toda la red de contención que el deportista pueda llegar a tener: familia, amigos, entorno, compañeros de equipo y cuerpo técnico, para que la rehabilitación sea satisfactoria y no vuelva a consumir” afirmó.
Volver a empezar
La vuelta a las canchas suelen ser trabajos arduos, donde se pone a prueba la fuerza de voluntad de quien se encuentra penado. Más allá de la preparación física que debe afrontar un deportista que no está en competencia, el aspecto psicológico se debe trabajar “de la misma forma que cuando uno rehabilita una lesión muscular” dijo Tallano, y agregó: “tiene que ser una recuperación progresiva, con un acompañamiento constante para que no vuelva a incidir”.
Las graves sanciones actúan muchas veces como un arma de doble filo porque en lugar de disciplinar al deportista, muchas veces lo termina alejando de la actividad profesional. Y aún en el caso que pudiesen volver, el regreso no suele ser demasiado amable para los competidores: “A veces cuesta mucho que vuelvan a retomar, sobre todo si se trata de un deporte tan popular como el fútbol, donde está el efecto de los medios de comunicación. Muchas veces eso produce una estigmatización, lo que hace muy difícil revertir la imagen de un deportista”, manifestó.
Tiene sentido: ejemplos sobran de jugadores que tuvieron episodios relacionados al doping y cargan el mote de “drogadicto” de por vida. Independientemente de cuál haya sido su infracción, para esa entelequia que es “la gente”, son faloperos. ¿Cómo se hace entonces para que un deportista no llegue a éstas instancias? “Desde la prevención” dice Tallano. “Hay que tratar que el deportista no llegue a esa situación. Hay que hablar mas del tema, que deje de ser tabú. De esa manera le tenemos que hacer entender que pueden conseguir grandes rendimientos dentro de lo que es el fair play”.