La arveja constituye una alternativa interesante para el invierno: por un lado, desocupa temprano el lote y tiene un consumo muy eficiente de agua, lo que sería importante en casos de realizar doble cultivo, y por otro, como una opción más al trigo, ante los problemas de comercialización que presenta este cereal.
La arveja (Pisum sativum) es una leguminosa invernal. Si bien tolera el frío una vez emergida, en la etapa posterior a floración es sensible tanto a bajas como a altas temperaturas (mayores a 32º C), lo que genera en este estadio aborto de semillas y caída de frutos.
Posee alta capacidad de fijar nitrógeno, se estima que el aporte por fijación biológica sería superior al 50%, por lo cual es de gran importancia la inoculación de la semilla. Las bacterias fijadoras de nitrógeno en arveja pertenecen a la especie Rhizobium leguminosarum biovar viceae.
Las variedades de esta legumbre se clasifican de acuerdo a la foliosidad (semiáfilas o foliosas), a la textura de grano (liso o rugoso), o en función de su destino comercial (para consumo fresco o grano seco remojado). Las variedades más representativas en Argentina, por la superficie sembrada, son Facón (de grano verde liso, foliosa) y Viper (de grano verde liso, semiáfila).
Para el sur de Santa Fe se ha determinado que el periodo óptimo para la siembra de arveja se extiende desde principios de julio hasta mediados de agosto, con un distanciamiento entre hileras desde 15 hasta 26 cm.
Uno de los factores más importantes en la generación del rendimiento es la radiación. En este sentido, es deseable que al momento de iniciada la floración se intercepte la mayor proporción de radiación fotosintéticamente activa por parte del cultivo, y se mantenga durante el llenado de granos, para lo cual se requiere un elevado porcentaje de cobertura del mismo.
Fuente: INTA