Martes, 09 Abril 2013 10:25

El campo según Chávez

Escrito por  Mauro Restifo
El campo según Chávez

¿Es comparable el proceso económico venezolano y el argentino? ¿Se quejan los latifundios o se quejan los minifundios? La alimentación como política de Estado. Los problemas logísticos. La distribución de las tierras y los pueblos originarios.

 

Intentar investigar la economía real de Venezuela es una tarea prácticamente imposible. La información aparece, en el mejor de los casos, en forma fragmentada. Al tratarse de Venezuela, un modelo de país que suscita amores y odios, abundan los calificativos y faltan datos objetivos. No obstante, es posible presentar algunos puntos que aportarán un panorama que refleja una realidad compleja, que suele simplificarse en estar “a favor” o “en contra”.

Soberanía alimentaria

Para hablar de Venezuela hay que situarse en un país que no detenta la soberanía alimentaria. Desde la Argentina cuesta pensar este concepto. Este problema en Venezuela no nació con Chávez, sino en los años ‘20, cuando la economía del país cambió de agrícola a petrolera.

El petróleo es la fuente de ingreso de divisas por excelencia de Venezuela. Más del 90% de las mismas vienen por esa vía. Es así que hoy, a través de la estatal PDVSA, se costea la importación de alimentos. Venezuela viene recuperando lentamente la producción de alimentos en los últimos años. No obstante aún produce, tan sólo, entre el 70% y el 80% de los alimentos que consume. El resto debe ser importado, generando dependencia en un tema tan delicado como la alimentación.

Para lograr este objetivo se han expropiado y nacionalizado tierras y empresas a multinacionales (inclusive a Agroisleña, la subsidiaria de Monsanto, la mayor distribuidora de insumos agropecuarios) pero, por otra parte, se han entregado tierras a otros capitales transnacionales como el ruso Vladimir Kejman o los acuerdos que ya exceden al agro con el mismísimo gobierno chino. El destino de cada hectárea hay que monitorearlo uno por uno, siendo en general contradictorio el criterio con el que se ha actuado.

    “Venezuela viene recuperando lentamente  producción de alimentos en los últimos años. No obstante aún produce, tan sólo, entre el 70% y el 80% de los alimentos que consume. El resto debe ser importado”

Si bien, aparecen quejas respecto a la asistencia estatal a los productores es cierto que la importación de maquinaria y el intento de transferir conocimientos al campo venezolano se está realizando como política de Estado. Asimismo, los créditos a los agricultores fluyen incentivando la inversión de los más pequeños de la cadena. En ese sentido, el 2012 arrojó un saldo positivo respecto a la producción de alimentos. Según el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras (MAT), la producción agrícola creció en el año pasado un 9,95%.

La palabra oficial

Muchas veces lo que dice un gobierno no es prueba de nada, pero lo que no dice suele ser una prueba de lo que no quieren hacer. En este caso el gobierno, a través de sus ministerios manifiesta la sana intención de combatir el latifundio. El campo venezolano es muy atrasado y requiere una seria modernización. Generalmente cuando se habla de modernizar o industrializar el campo, se habla de pooles y transnacionales. En este caso, el gobierno parece poner el énfasis en los pequeños y medianos productores. Según el MAT, su misión es “procurar la distribución justa de la tierra y su uso adecuado, mediante la instrumentación de un marco institucional-jurídico-operativo actualizado y auspiciar las nuevas tecnologías, propiciando el desarrollo de capacidades de autogestión, principalmente de los pequeños y medianos productores agrícolas; así como estimular el mayor rendimiento agroproductivo”. Desde el Instituto Nacional de Tierras (INTI), expresan que el objetivo es luchar contra el latifundio y la tercerización.

Los fríos números indican que en el período 1999/2011, la cantidad de productores disminuyó en más de 90 mil. Queda para la opinión juzgar si fue producto de una política de Estado o el efecto de errores de gestión. Fue al conocerse esta noticia que Chávez lanzó la “misión Agrovenezuela” el 25 de enero de 2011 y también se manifestó a favor de reimpulsar la agricultura urbana. El gobierno venezolano ha expropiado casi cuatro millones de hectáreas. En este sentido, los que elevan la voz son los grandes terratenientes. Mientras tanto, las propiedades comunitarias para pueblos originarios han sido otorgadas en forma creciente. Si bien las informaciones, tanto oficiales como extraoficiales, son muy fragmentadas, son varias cientos de miles las hectáreas entregadas.

 “Se han expropiado y nacionalizado tierras y empresas a multinacionales (inclusive a Agroisleña, la subsidiaria de Monsanto, la mayor distribuidora de insumos agropecuarios)”

Estos datos contradictorios surgen de fuentes oficiales. Vale aclarar que las estadísticas proporcionadas por el gobierno venezolano no están sospechadas de ser “truchas”. Probablemente una gran parte de las contradicciones que hallamos sean producto de los desacoples para la aplicación práctica de los lineamientos políticos. La buena intención política de garantizar a los productores pequeños y medianos la tierra para trabajar no está acompañada por la logística adecuada para desarrollar la actividad. Y la agricultura urbana, si bien parece una sana iniciativa, no puede pretender reemplazar a la producción en los campos, al menos no cuando la meta es convertirse en un país con soberanía alimentaria.

Agricultura urbana

La agricultura urbana es un intento que está rondando su tercer año. La idea es aprovechar los espacios ociosos de las ciudades, promover el autoabastecimiento, la microeconomía familiar, y la producción comunitaria libre de agroquímicos.

“Los fríos números indican que en el período 1999/2011, la cantidad de productores disminuyó en más de 90 mil”

Pensar las huertas comunitarias compitiendo a la par de la agricultura tradicional es exagerado ya que la escala de la producción es muy diferente. Pero no es para subestimar la potencialidad de estos emprendimientos ya que la mano de obra que demanda es altísima en comparación con otros tipos de producciones extensivas. Ya han sido creadas alrededor de 25 mil unidades productivas y se espera llegar a las 50 mil en 2013. Esto no cambiará ni los precios al consumidor, ni resolverá ese 30% de alimentos que alejan a Venezuela de la soberanía alimentaria, pero sí colabora con esos objetivos. Además, aporta a la paulatina sustitución de un tipo de alimento por otros más saludables y variados (sin agroquímicos).

Comparación con Argentina

Se suele comparar a la Argentina con Venezuela, principalmente por el problema de la inflación y el tipo de cambio. Lo cierto es que hay grandes diferencias. En el tema que nos ocupa, el campo, se ve con claridad.

Respecto a la incidencia en la balanza de pagos, 9 de cada 10 dólares que ingresan a Venezuela lo hacen por exportaciones de petróleo, en Argentina 1 de cada 4 dólares llegan por el agro. El petróleo será tema de otro análisis, pero es clave el dato para ver que la importancia que se le da al campo en Argentina es para conseguir divisas, en Venezuela para alimentar a su propia población.

Otra gran diferencia es quién se queja de la política del gobierno. En Venezuela los sectores que alzan la voz son los latifundistas y algunas transnacionales del agro. En Argentina los grandes pooles y las transnacionales son las principales alineadas con las políticas gubernamentales. En este sentido, es importante resaltar que, al estar la producción orientada a la satisfacción de las necesidades internas, no se producen excedentes de un solo producto sino que la producción tiende a ser más variada, lo que redunda en que el suelo goce de buena salud.

  “Según el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras (MAT), la producción agrícola creció en el año pasado un 9,95%”

Sin dudas discutir con la caricatura de Chávez es mucho más fácil que hacerlo con el Chávez real. No es descabellado pensar que en la Argentina muchas de estas medidas “chavistas” serían bien vistas por los pequeños y medianos productores y rechazadas por las multinacionales. El eje es claro, alimentar al pueblo y combatir el latifundio.

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